El Despacho Oval volvió a ser testigo de un tenso encuentro entre dos líderes internacionales. Al inicio, el presidente estadounidense, Donald Trump, y su homólogo sudafricano, Cyril Ramaphosa, intercambiaron bromas, pero rápidamente la atmósfera se tornó tensa.
Trump, decidido a llevar la conversación a un terreno polémico, presentó videos que, según él, reflejaban la situación de “miles de agricultores blancos” en Sudáfrica. Su discurso incluyó citas de políticos negros que hacían llamados violentos contra la minoría blanca, mientras él advertía sobre un supuesto “genocidio” dirigido hacia esta comunidad. Su retórica fue contundente: “Muerte, muerte, muerte”, exclamó mientras mostraba recortes de prensa.
Por su parte, Ramaphosa, con una calma notable, desestimó las acusaciones de Trump. Cuestionó la veracidad de la información presentada y subrayó que Sudáfrica enfrenta crímenes que afectan por igual a blancos y negros, destacando que muchos de los asesinatos son de ciudadanos negros.
A pesar de la polarización del diálogo, el presidente sudafricano trató de devolver la conversación a temas más constructivos, como la promoción de relaciones comerciales y la búsqueda de acuerdos que beneficiaran a ambas naciones. Sin embargo, Trump parecía más centrado en la controversia que en el comercio internacional.
Este encuentro fue precedido por la llegada a EE. UU. de 50 sudafricanos blancos que buscan refugio, un movimiento que polémicamente ha sido justificado por el discurso de Trump. La Cámara de Comercio de Sudáfrica en EE. UU. estimó que otros 70.000 ‘afrikáners’ muestran interés en buscar asilo, despertando así tensiones políticas y raciales.
El giro de los acontecimientos en esta reunión pone de manifiesto las complejas relaciones raciales y políticas que aún persisten, no solo en Sudáfrica, sino a nivel internacional, dejando más preguntas que respuestas sobre el futuro de estas interacciones.