Polonia ha vivido un cambio en su liderazgo tras las recientes elecciones presidenciales, aunque el color político se mantiene. Karol Nawrocki, un historiador conservador sin antecedentes en el ámbito político, se alza como el nuevo presidente, sucediendo a Andrzej Duda. Con un 50,89% de los votos, Nawrocki superó al candidato liberal y alcalde de Varsovia, Rafal Trzaskowski, quien contaba con los pronósticos a su favor.
A pesar de su falta de experiencia política, Nawrocki es conocido en círculos nacionalistas gracias a su labor en el Instituto de la Memoria Nacional y el Museo de la Segunda Guerra Mundial en Gdansk. Su estilo provocador y populista marca un cambio radical respecto a sus predecesores.
Su campaña se destacó por capitalizar momentos polémicos de su pasado y adoptar posturas firmes en temas como el aborto y la inmigración, defendiendo la familia tradicional y apelando a la identidad nacional con su lema “Primero Polonia”. A pesar de su ideología, su llegada a la presidencia no altera la estructura institucional del gobierno pero sí eleva la radicalización del discurso político en el país.
El primer ministro Donald Tusk, líder liberal y proeuropeo, anunció que solicitará un voto de confianza tras la elección de Nawrocki, buscando reafirmar el apoyo a su coalición de centro-liberal y advirtiendo que la cohabitación con el nuevo presidente será compleja.
En el ámbito internacional, Nawrocki ha expresado su apoyo al envío de armas a Ucrania, pero su oposición a la integración del país en la OTAN y la UE genera tensiones con la agenda de Tusk. Además, su relación con Donald Trump añade una nueva dimensión a la política exterior polaca, alineándose más con un euroescepticismo que podría tensar aún más las relaciones con Bruselas.