Recientemente, Stephen Miller, subdirector del Gabinete de Políticas de la Casa Blanca, ha generado un aluvión de reacciones tras calificar las protestas en Los Ángeles por la expulsión de inmigrantes ilegales como una “insurrección”. A través de su cuenta de X, Miller no dudó en utilizar un lenguaje contundente al afirmar que se trata de una “insurrección violenta” contra las leyes y la soberanía de Estados Unidos.
Las manifestaciones, que han incluido la exhibición de banderas extranjeras, específicamente banderas palestinas, han sido vistas por algunos como un acto de desafío hacia la ley federal. En un claro mensaje de polarización, Miller afirmó que existen únicamente dos opciones frente a esta situación: deportar a los “invasores” o rendirse ante lo que considera una invasión.
Además, Miller enfatizó que la falta de una respuesta decisiva podría tener graves consecuencias para la nación. “Si no solucionamos esto, no tendremos país”, añadió, arrojando una sombra sobre el futuro de las políticas migratorias en EE.UU. y sugiriendo un deseo de recuperar el control de la situación.
Las palabras de Miller no solo han sido polémicas, sino que también han desencadenado un debate más amplio sobre la inmigración, la identidad nacional y el papel de las protestas en una democracia, donde las voces a favor y en contra de tales expresiones se intensifican cada día más.