Las elecciones presidenciales en Chile están marcadas por una notable participación de la comunidad venezolana, que ha visto un crecimiento explosivo en su número de electores. En comparación con elecciones anteriores, ahora hay más de 237.889 venezolanos habilitados para votar, una cifra que triplica su presencia en las urnas en relación a años pasados. Este aumento es consecuencia de la ola migratoria que comenzó antes de la pandemia de 2019.
En el padrón provisorio, los venezolanos han superado por primera vez a la comunidad peruana, que históricamente había sido la más representativa en el electorado extranjero, con 193.883 peruanos habilitados. En tercer lugar están los colombianos, con 103.239 electores.
En total, alrededor de 886.190 extranjeros están habilitados para sufragar si se incluyen a todos los extranjeros, aunque no se alcanza la proyección de un millón que se esperaba tras la migración masiva. Este número de votantes extranjeros es relevante, ya que consolidan su peso electoral en el país, incluso superando a regiones como Arica y Magallanes por separado.
El gobierno, a través de su ministro del Interior, Álvaro Elizalde, ha mostrado resistencia ante la idea de multar a quienes no voten, a pesar de que esta es una obligación establecida en la Constitución. De manera irónica, el oficialismo, que antes defendía el sufragio de los extranjeros, ahora podría preferir limitar su participación para evitar un voto castigo hacia la izquierda.
En un giro inesperado, la oposición, que antes se oponía a la migración, ahora aboga por la obligatoriedad del sufragio para los extranjeros, posiblemente debido a su percepción de que estos votantes están más alineados con la derecha.
Chile se une a un selecto grupo de solo cinco países donde los extranjeros pueden votar, y junto a Uruguay, es uno de los pocos donde el voto es obligatorio, lo que ha generado un escenario electoral totalmente nuevo y desafiante.