El pasado miércoles por la noche, el estadio de Independiente fue escenario de una violenta batalla campal en el marco de los octavos de final de la Copa Sudamericana, dejando un saldo alarmante: al menos 23 personas heridas, entre ellas dos simpatizantes de la Universidad de Chile en estado grave.
Los heridos fueron trasladados a distintos centros de salud en Buenos Aires, siendo el Hospital Fiorito el que atendió a los dos chilenos más comprometidos, quienes padecían traumatismos craneoencefálicos. Uno de ellos, identificado como Gonzalo Alfaro, sufrió graves lesiones tras caer desde la tribuna alta durante una agresión por parte de hinchas locales. Afortunadamente, su caída fue amortiguada por un techo.
Adicionalmente, 11 hinchas resultaron con lesiones menores, y otros cinco fueron atendidos en el Hospital Perón, donde se reportó incluso un apuñalado. Las cifras demuestran la escalofriante presencia de violencia en el evento deportivo, desdibujando la esencia del fútbol.
El embajador chileno en Argentina, José Antonio Viera Gallo, está gestionando la liberación de 97 detenidos, solicitando un proceso judicial ágil. Según informes, la colaboración entre las fuerzas de seguridad de ambos países será crucial para esclarecer lo sucedido, mientras que los hinchas chilenos, aunque en condiciones difíciles, esperan soluciones.
En un intento por garantizar la seguridad, la policía revisó los buses que trasladaban a los hinchas chilenos, aunque no se encontraron armas ni elementos peligrosos. La incertidumbre sigue reinando mientras se espera que las autoridades competentes actúen con premura ante esta compleja situación.