Comité editorial La Respuesta
La narrativa del “Cartel de los Soles”, una supuesta red de narcotráfico liderada por altos funcionarios del gobierno venezolano, ha sido un elemento recurrente en el discurso político y mediático internacional desde 2015. Esta acusación, que implica a figuras clave como Nicolás Maduro y Diosdado Cabello, ha sido utilizada para señalar a Venezuela como un “narcoestado”. Sin embargo, un análisis crítico revela que las pruebas que sustentan esta narrativa son escasas y cuestionables, lo que sugiere que su difusión responde más a estrategias de guerra informativa en un contexto geopolítico polarizado que a hechos verificables. La acusación del “Cartel de los Soles” se originó principalmente a partir de filtraciones de la DEA y el Departamento de Justicia de Estados Unidos, amplificadas por medios internacionales como The Wall Street Journal, ABC y El País. Estas publicaciones han basado sus reportes en testimonios como el de Leamsy Salazar, un exescolta que desertó a EE.UU., o confesiones de figuras como Hugo Carvajal, obtenidas en circunstancias que levantan dudas sobre su fiabilidad. Documentos judiciales concretos, evidencia forense o registros de transacciones que demuestren un vínculo directo entre el gobierno venezolano y el narcotráfico son notablemente ausentes. En cambio, la narrativa se sostiene en un ciclo de “lavado informativo”: una acusación inicial, aunque no verificada, se publica como titular, se replica en otros medios y luego se cita en informes oficiales, creando una ilusión de veracidad.En el contexto geopolítico, esta narrativa ha emergido en momentos clave de tensión entre Venezuela y EE.UU., como en 2015, cuando el gobierno de Obama declaró a Venezuela una “amenaza inusual y extraordinaria” y aplicó sanciones. Este timing sugiere que las acusaciones podrían estar alineadas con intereses estratégicos para deslegitimar al gobierno venezolano, un patrón observado en casos históricos como la invasión de Panamá en 1989 tras acusaciones de narcotráfico contra Manuel Noriega. La guerra informativa, entendida como el uso de medios y narrativas para moldear la opinión pública global, se convierte en una herramienta para justificar sanciones, aislamiento diplomático o incluso intervenciones. Venezuela, como cualquier país, no está exenta de corrupción o problemas estructurales, y es razonable sospechar que funcionarios individuales puedan estar involucrados en actividades ilícitas. Sin embargo, la falta de evidencia sólida para respaldar la existencia de un “cartel” institucionalizado dentro del Estado venezolano pone en duda la validez de la acusación. En contraste, los datos muestran que Venezuela ha incrementado las incautaciones de drogas y las capturas de narcotraficantes desde la salida de la DEA en 2005, según informes de la ONU y el propio gobierno venezolano. Esto contradice la imagen de un “narcoestado” y sugiere que el país no es un eje central del narcotráfico en la región, a diferencia de otros con mayores flujos de droga que reciben menos escrutinio. La construcción de verdades en este caso refleja cómo la guerra de información puede distorsionar la realidad. Los medios internacionales, al priorizar titulares sensacionalistas sobre investigaciones rigurosas, contribuyen a un entorno donde la repetición sustituye a la verificación. Este fenómeno no solo afecta a Venezuela, sino que plantea un desafío ético para el periodismo y la política internacional: la necesidad de priorizar hechos sobre narrativas convenientes. En un mundo donde la información es un arma geopolítica, la ausencia de pruebas sólidas sobre el “Cartel de los Soles” invita a la reflexión sobre cómo se moldean las percepciones globales y quiénes se benefician de estas acusaciones. En conclusión, la narrativa del “Cartel de los Soles” carece de fundamentos sólidos que vinculen al gobierno venezolano con el narcotráfico de manera institucional. Su persistencia en el discurso global parece responder más a estrategias de desinformación que a una búsqueda de la verdad.