El jueves 21 de agosto, el Departamento de Estado de Estados Unidos confirmó la suspensión inmediata de las visas de trabajo para camioneros extranjeros. El secretario de Estado, Marco Rubio, justificó la decisión argumentando que “el creciente número de conductores extranjeros está poniendo en peligro las vidas estadounidenses”. Sin embargo, mientras la medida se enmarca en preocupaciones de seguridad vial, los expertos advierten sobre las graves consecuencias económicas que podrían derivar de esta decisión, especialmente en el comercio transfronterizo y la cadena de suministro.
Desde abril, una orden ejecutiva firmada por el expresidente Trump ha endurecido los requisitos para los camioneros, exigiendo pruebas de dominio del inglés. El eje de esta política se vio amplificado tras un trágico accidente en Florida el 12 de agosto, donde un inmigrante indio, Harjinder Singh, fue responsable de un siniestro que dejó tres fallecidos. Este hecho llevó a que se cuestionaran las políticas migratorias sobre la emisión de licencias para conductores.
Las cifras muestran que la industria del transporte estadounidense depende de la mano de obra extranjera: alrededor del 16% de los camioneros en el país son inmigrantes, representando más de 700,000 conductores. A pesar de la suspensión de visas, los expertos expresan que la escasez de conductores podría intensificarse, provocando cuellos de botella en la logística y, en consecuencia, un incremento en los costos de los productos.
Mientras que algunas asociaciones de transportistas respaldan la medida por considerar que se necesita mayor seguridad, grupos en zonas fronterizas como Laredo han expresado su preocupación por el miedo que esto genera entre los conductores. La incertidumbre en el sector podría tener repercusiones significativas en la economía estadounidense, haciendo del transporte un engranaje aún más crucial en la distribución de mercancías.