Por larespuestacl 
La reciente remoción de Jeffrey Kruse, general al mando de la Agencia de Inteligencia de Defensa de EE.UU., ha generado un nuevo escándalo en el entorno militar del presidente Donald Trump. Esta decisión se produce a raíz de un informe que contradice abiertamente las afirmaciones de Trump sobre los resultados de una operación militar contra Irán, en la que se alegaba que se había «destrozado completamente» su programa nuclear.
El polémico análisis de Kruse indicaba que los bombardeos solo lograrían retrasar el programa nuclear iraní por unos meses, desafiando frontalmente la narrativa triunfalista de Trump y su secretario de Defensa, Pete Hegseth. Desde entonces, la administración ha dado un golpe duro, despidiendo a figuras clave en el Pentágono bajo la premisa de lealtad política.
El senador Mark Warner, destacado miembro del Comité de Inteligencia, ha criticado abiertamente estas decisiones, sugiriendo que se está transformando la información de inteligencia en un mero test de lealtad, en lugar de un mecanismo crucial para la seguridad nacional. Esta purga, que ha visto caer a líderes militares como la vicealmirante Nancy Lacore y el contralmirante Jamie Sands, refuerza la tendencia inquietante de erosionar la independencia del aparato militar estadounidense en favor de la lealtad a la administración.
Trump ha sido consistente en su desdén por las conclusiones de la comunidad de inteligencia, sobre todo cuando estas chocan con sus intereses. La historia reciente muestra que cada vez más altos mandos son reemplazados si no responden a la extensa agenda del presidente, haciendo que el futuro del liderazgo militar en EE.UU. permanezca en una constante incertidumbre.