Comité editorial La Respuesta
La tensión en el Caribe ha escalado drásticamente con el aumento del pie de fuerza en el despliegue militar estadounidense cerca de Venezuela, según reporta El Tiempo en su edición del 26 de agosto. Esta intensificación, que eleva el total a más de 7 buques de guerra, dos submarinos nucleares y aproximadamente 8.500 efectivos, refuerza la percepción de una operación enmarcada en la “guerra de quinta generación” (G5G), utilizando el pretexto de la lucha antinarcóticos para ejercer presión psicológica sobre el gobierno de Nicolás Maduro. Basado en análisis de los fracasos históricos de la “Guerra contra las Drogas”, esta maniobra no solo busca fracturar la cohesión interna venezolana post-elecciones de 2024 –reetiquetando al régimen como el “Cartel de los Soles”–, sino que también expone patrones de inconsistencias en la política exterior de Washington, donde intervenciones pasadas han perpetuado el problema del narcotráfico en lugar de resolverlo.
La tensión en el Caribe ha escalado drásticamente con el aumento del pie de fuerza en el despliegue militar estadounidense cerca de Venezuela. Esta intensificación, que eleva el total a más de 7 buques de guerra, dos submarinos nucleares y aproximadamente 8.500 efectivos, refuerza la percepción de una operación enmarcada en la “guerra de quinta generación” (G5G), utilizando el pretexto de la lucha antinarcóticos para ejercer presión psicológica sobre el gobierno de Nicolás Maduro. Con los fracasos históricos de la “Guerra contra las Drogas”, esta maniobra no solo busca fracturar la cohesión interna venezolana post-elecciones de 2024 –reetiquetando al régimen como el “Cartel de los Soles”–, sino que también expone patrones de inconsistencias en la política exterior de Washington, donde intervenciones pasadas han perpetuado el problema del narcotráfico en lugar de resolverlo.
Contexto Estratégico General.
El despliegue se configura como una maniobra híbrida que combina elementos de operaciones de aplicación de la ley (antinarcóticos) con tácticas de guerra no convencional. Estratégicamente, Estados Unidos cambia la narrativa de Venezuela de un “gobierno autoritario” a un “cartel narcoterrorista” denominado “Cartel de los Soles”, lo que justifica acciones militares bajo el marco de la ley internacional (por ejemplo, operaciones de interdicción marítima) sin necesidad de una declaración de guerra formal. Esto se alinea con la doctrina de “diplomacia coercitiva” de la administración Trump, que emplea “máxima presión-negociación”, similar a tácticas usadas en Irán o Corea del Norte.
– Intención principal de EE.UU: Generar un “quiebre interno” en Venezuela mediante presión psicológica, no una invasión directa. La G5G (Guerra de 5ta generación), se centra en la manipulación cognitiva, la guerra informativa y la desestabilización social, en lugar de combates cinéticos. Aquí, el despliegue actúa como un “show of force” para fracturar la cohesión interna post-elecciones de 2024, aprovechando divisiones políticas.
– Limitaciones estratégicas: El enfoque geográfico en el Caribe (altamente vigilado por radares venezolanos y aliados como Rusia) ignora el Pacífico, ruta principal del narcotráfico regional. Venezuela, reconocida como libre de cultivos de cocaína (a diferencia de Colombia, el mayor productor mundial), no representa una amenaza logística primaria para el narcotráfico, lo que sugiere que el pretexto es débil y más orientado a la propaganda que a la efectividad operativa
1) Composición y capacidades del despliegue militar Estadounidense
Inicialmente reportado con tres destructores Aegis y más de 4.000 infantes de Marina, el despliegue ha crecido significativamente bajo la administración de Donald Trump –quien asumió su segundo mandato el 20 de enero de 2025–. Ahora, involucra más de 7 buques de guerra, dos submarinos nucleares (incluyendo el USS Newport News y otro no identificado), y alrededor de 8.500 personal efectivo, con fuerzas adicionales en ruta al sur del Mar Caribe. Esta expansión incluye:
– Fuerzas anfibias y terrestres: La Fuerza de Ataque Anfibio Rápido Iwo Jima (USS Iwo Jima con 2.700 efectivos, más USS San Antonio y USS Fort Lauderdale con 1.000 cada uno), junto con la Unidad Expedicionaria Marítima 22 (MEU, 2.200 miembros). Estos proporcionan capacidades para desembarcos rápidos y operaciones especiales.



– Fuerzas navales: Tres destructores (USS Jason Dunham, USS Gravely y USS Sampson, con 300 efectivos cada uno), el crucero USS Lake Erie, y los submarinos nucleares para misiones de vigilancia submarina y disuasión.



– Apoyo aéreo e inteligencia: Varias aeronaves de patrulla marítima P-8 Poseidon para vigilancia electrónica y detección, con personal de inteligencia adicional.

Posicionados en el sur del Caribe, con llegadas pendientes para la próxima semana, estos activos –provenientes de teatros como el Mar Rojo y el Pacífico– otorgan a EE.UU. capacidades avanzadas de ataque terrestre, helicópteros de última generación (seis por destructor) y sistemas de mando y control sofisticados, según el almirante retirado James Stavridis, exjefe del Comando Sur de EE.UU. El portavoz del Pentágono, Sean Parnell, ha enmarcado la operación como un esfuerzo contra carteles que “han generado violencia y terror histórico en todo el hemisferio”, designando grupos como Tren de Aragua y el Cartel de Sinaloa como “organizaciones narco-terroristas” para justificar acciones militares ampliadas. Sin embargo, varios analistas, cuestionan la proporcionalidad: “Enviar este tipo de contingente para combatir carteles y detener lanchas rápidas es equivalente a llegar con un cañón a una pelea de cuchillos”. Estratégicamente, se alinea con la doctrina de “diplomacia coercitiva” de Trump –”máxima presión-negociación”–, combinando presión militar con objetivos contradictorios como la cooperación en repatriación de migrantes venezolanos y acceso para multinacionales petroleras estadounidenses. Esto evoca precedentes históricos como el Incidente del Golfo de Tonkín (1964) o la invasión de Panamá (1989), donde pretextos de seguridad escalaron a intervenciones directas.
Evaluación táctica E.E.U.U:
– Ventajas: El Aegis proporciona un “paraguas” defensivo contra amenazas aéreas venezolanas, y los infantes de Marina podrían ejecutar operaciones quirúrgicas (raids en instalaciones portuarias sospechosas de narcotráfico). La proximidad al Caribe permite respuesta rápida (tiempos de tránsito <24 horas).
– Desventajas: Insuficientes medios para un asalto sostenido. En un escenario de confrontación, los destructores podrían ser vulnerables a misiles costeros venezolanos (sistemas rusos Bastion-P), y los 4.000 efectivos enfrentarían logística compleja sin bases cercanas seguras.
2) Respuesta Venezolana y Balance de Fuerzas
Nicolás Maduro ha denunciado el despliegue como un “pretexto para agresión militar” con fines de cambio de régimen, anunciando la movilización de 4.5 millones de milicianos para la “defensa integral” de Venezuela y advirtiendo que el país “responderá con dignidad” a cualquier provocación. Esto fortalece la FANB, con 400.000 efectivos activos, sistemas antiaéreos rusos S-400 y S-500 (alcance ~400 km), y alianzas con Rusia y China para inteligencia satelital. En un escenario hipotético, los 8.500 efectivos estadounidenses podrían ejecutar raids quirúrgicos, pero enfrentarían logística compleja y resistencia guerrillera, similar a fracasos en Irak o Afganistán. Encuestas de Hinterlaces indican que el 78% de los venezolanos rechazan percepciones de debilidad oficial, limitando el impacto psicológico. Legal y geopolíticamente, la operación carece de autorización congressional en EE.UU. (a diferencia de la AUMF de 2001 contra Al Qaeda) y viola potencialmente la Carta de la ONU al amenazar la soberanía estatal, aunque Washington lo justifica como defensa contra amenazas de narcotráfico. Críticos argumentan que amplía márgenes para sanciones financieras, pero no justifica fuerza militar bajo el derecho internacional.

Evaluación táctica Venezuela:
– Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB): 400.000 efectivos activos, con énfasis en defensa territorial. Incluye aviación (Sukhoi Su-30), tanques T-72 y artillería. La milicia (Unidades de Batalla Hugo Chávez) suma >4 millones de reservistas, entrenados en guerra irregular y asimétrica, similar a modelos vietnamitas o afganos.
– Sistemas de defensa avanzados: Misiles antiaéreos rusos S-400 (alcance ~400 km, capaz de neutralizar aviones stealth) y S-500 (capaz contra misiles hipersónicos). Estos sistemas crean una “burbuja” defensiva en el Caribe, detectando y contrarrestando amenazas navales/aéreas estadounidenses. Alianzas con Rusia y China proporcionan inteligencia satelital y entrenamiento conjunto, añadiendo una dimensión multipolar (e.g., posible intervención rusa en caso de escalada).
– Balance operacional: En una simulación hipotética, los 4.000 infantes de Marina podrían lograr incursiones limitadas (e.g., captura de buques), pero no sostener una ocupación. Venezuela podría responder con guerra de guerrillas, minas navales y ciberataques, elevando costos para EE.UU. La cohesión interna reportada (78% de venezolanos rechazan percepción de debilidad de Maduro, según encuestas de Hinterlaces) reduce la efectividad de la presión psicológica.
3) Los Fracasos Históricos de la “Guerra contra las Drogas”: Un Patrón que Cuestiona la Escalada Actual
La importancia de estos fracasos radica en cómo exponen la hipocresía y los errores estructurales de la política estadounidense, iniciada en los años 70 por Richard Nixon con un enfoque criminalizador y militarizado. Más de cinco décadas después, informes de la ONU revelan que las drogas son más accesibles, baratas y potentes que nunca, con epidemias en EE.UU. de cocaína, heroína, metanfetaminas y fentanilo. El país, principal consumidor global, exporta armas a carteles (millones lavados en sus bancos) y rara vez procesa a sus propios “capos”, culpando exclusivamente a Latinoamérica. Esta escalada caribeña, con su desproporción evidente, recuerda intervenciones pasadas que fallaron en erradicar el problema y, en cambio, lo exacerbaron.Ejemplos emblemáticos ilustran estos fracasos y su relevancia para el despliegue actual:
– Plan Colombia (finales de los 90): Inversión masiva de miles de millones en asistencia militar que aumentó abusos de derechos humanos (secuestros, torturas, fumigaciones) y dependencia colombiana, pero no detuvo el cultivo de coca –Colombia sigue siendo el mayor productor mundial–. Carteles se expandieron regionalmente, convirtiendo sicarios en mercenarios, similar a cómo la actual operación podría perpetuar inestabilidad en el Caribe sin resultados antinarcóticos reales.
– Operativo Rápido y Furioso (2009-2011): La ATF (Oficina de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos) facilitó más de 2.000 armas a carteles mexicanos para rastreo, pero las perdió, armando a los mismos grupos y contribuyendo a asesinatos. Sin accountability, este escándalo violó soberanías y socava la credibilidad de despliegues como el de Trump, donde la “lucha” antinarcóticos parece más un pretexto geopolítico.
– Escándalo Vladivideos en Perú (2000): Reveló corrupción narcopolítica con Vladimiro Montesinos (entrenado por la CIA en la Escuela de las Américas), protegido por agencias estadounidenses pese a objeciones de la DEA. Esto ilustra tolerancia al tráfico para desestabilizar gobiernos de izquierda, un patrón que persiste en la presión sobre Maduro.
En Venezuela, el contexto se agrava: la designación de “narco-terroristas” amplía acciones, pero ignora que Venezuela es libre de cultivos de coca según la ONU. La presidenta mexicana Claudia Sheinbaum ha instado a EE.UU. a “reconocer que tiene un problema con las drogas”, enfatizando demanda interna y tráfico de armas. Expertos argumentan que Latinoamérica se ha convertido en “terreno de pruebas” para estrategias fallidas, fortaleciendo carteles y debilitando gobiernos.
4) Implicaciones Geopolíticas: De la Presión Psicológica a Riesgos de Escalada Regional
En un mundo multipolar, con la reunión Trump-Putin en Alaska añadiendo complejidad, esta operación G5G –enfocada en guerra informativa, cibernética y psicológica– busca concesiones diplomáticas (repatriaciones, petróleo) sin combate directo, pero su escalada aumenta riesgos de provocación interna o de favorecer un golpe de Estado. Los fracasos históricos sugieren que podría generar antiamericanismo regional (México, Colombia, Brasil), uniendo a la región contra intervenciones. Analistas coinciden: sin reconocer errores pasados –como la falta de enfoque en demanda estadounidense–, tales operaciones perpetuarán el ciclo de violencia, potencialmente violando normas constitucionales e internacionales en EE.UU. En conclusión, la escalada a 8.500 efectivos transforma el despliegue en una amenaza más palpable, pero sus raíces en fracasos crónicos de la “Guerra contra las Drogas” cuestionan su legitimidad. Venezuela, con su defensa reforzada, resiste, urgiendo un enfoque integral de cooperación regional en lugar de más “guerras” fallidas.