La noche del viernes 29 de agosto, el ambiente en Makassar, capital de Sulawesi del Sur, se tornó caótico cuando un grupo de manifestantes lanzó cócteles incendiarios contra un edificio gubernamental. El fuego se propaga de manera alarmante, resultando en al menos tres muertes confirmadas. M. Fadli, jefe de la Agencia Regional de Gestión de Desastres de Makassar, explicó que las víctimas habrían quedado atrapadas. Además, cinco personas sufrieron lesiones; algunas incluso saltaron desde el edificio en un intento desesperado por escapar del incendio.
Las protestas no se detuvieron allí, pues en Yakarta, la indignación popular se volvió más palpable. La vivienda del diputado Ahmad Sahroni fue atacada y saqueada por una multitud enfurecida. Este incidente ocurrió tras sus desafortunadas declaraciones, en las que se refirió a quienes pedían la disolución del Parlamento como ‘las personas más estúpidas del mundo’. El resultado: un saqueo intenso mediante el que perdió todo, incluida una caja fuerte, y el rechazo de la opinión pública se intensificó.
Los disturbios se extendieron más allá de la capital. En varias provincias, se registraron episodios de vandalismo, incluyendo incendios en edificios parlamentarios, saqueos y la intervención policial con gases lacrimógenos. También hubo enfrentamientos en la isla de Bali, donde las fuerzas de seguridad enfrentaron a multitudes que exigían cambios.
Este torrente de violencia tiene un trasfondo significativo: un polémico aumento salarial del 33% para los 580 miembros de la Cámara de Representantes, que ahora ganarán cerca de 14.000 dólares mensuales, una cifra asombrosa comparada con los modestos ingresos de muchos trabajadores indonesios. Este anuncio enfureció a la población, que paulatinamente ha transformado sus demandas en protestas enérgicas y, lamentablemente, en violentas.
En medio de esta tormenta social, el presidente Prabowo Subianto cancela un viaje a China, enfatizando la necesidad de monitorear la crisis directamente y buscar soluciones efectivas. Mientras tanto, la incertidumbre y el descontento social continúan afectando profundamente a Indonesia.