A pocas horas de materializarse el intercambio entre prisioneros y rehenes entre Israel y Hamas, el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu dejó claro que “la lucha no ha terminado”. Ambos bandos acordaron que la primera fase del pacto de paz entraría en vigor el pasado viernes, marcando un intento de distensión en medio del conflicto.
Esta etapa inicial contempla un alto al fuego inmediato, la retirada de las tropas israelíes en Gaza y la excarcelación de 250 prisioneros palestinos a cambio de los 48 rehenes israelíes, de los cuales 20 están vivos. Este intercambio se prevé que se concrete el lunes, lo que podría ser un hito significativo en el proceso de paz.
No obstante, Netanyahu enfatizó que enfrentarán “grandes retos en materia de seguridad”. En su discurso, destacó que aunque la nación ha logrado “enormes victorias” contra sus enemigos, el camino hacia la paz sigue siendo incierto. Las cifras son escalofriantes: el conflicto ha dejado al menos 67.806 muertos en Gaza, según datos del Ministerio de Salud local, corroborados por Naciones Unidas.
Aumentando la complejidad del panorama, el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, confirmó a principios de agosto que Gaza enfrenta una grave crisis de hambruna, mientras un comité de la ONU discutió el impacto de las acciones israelíes en la región, que Washington y Tel Aviv rechazan. En este contexto, Israel también ha sufrido pérdidas severas, con 1.139 muertos a causa de los ataques de Hamas, y cientos de rehenes aún en manos del grupo.
El desenlace de este acuerdo podría dar un respiro momentáneo, pero el futuro de esta larga lucha parece seguir siendo complicado.