En un giro dramático de los acontecimientos, Israel ha lanzado la ofensiva más contundente sobre Irán desde la guerra con Irak en los años 80. El viernes, bombardeos simultáneos apuntaron a instalaciones atómicas, bases militares y hasta a miembros clave de la élite iraní.
Este ataque, conocido como “Operación León Naciente”, se llevó a cabo a plena luz de la madrugada y, según fuentes israelíes, se preparó con años de anticipación, incluyendo la creación de una base secreta para dirigir drones contra las defensas antiaéreas de Irán.
Los objetivos fueron seleccionados minuciosamente; no solo se bombardeó el centro de investigación nuclear de Tabriz y las instalaciones nucleares de Natanz, sino que también se atacaron zonas residenciales en Teherán, lo que causó al menos 78 muertes y más de 200 heridos, según medios iraníes.
Irán, en respuesta, lanzó un centenar de drones hacia Israel, muchos de los cuales fueron interceptados, pero el conflicto ha escalado a niveles alarmantes. Este ataque no solo fue táctico, sino que marcó un cambio en la estrategia israelí, que busca descabezar a la cúpula militar iraní, similar a lo que hizo con Hezbolá el año pasado.
Entre las víctimas se encuentran figuras destacadas como Hossein Salami, comandante de la Guardia Revolucionaria, así como varios científicos nucleares. Las imágenes que emergen de Teherán son impactantes, reflejando el caos y la devastación.
A medida que la situación se intensifica, el mundo observa con detenimiento. La era de ataques quirúrgicos ha evolucionado hacia una guerra total. ¿Qué implicará esto para la estabilidad en el Medio Oriente y el futuro de las relaciones internacionales?